Calcio: Se acumula principalmente en las hojas. Aparece en las paredes de las células a las cuales les proporciona permeabilidad e integridad. Contribuye al transporte de los minerales así como a su retención. Interviene en la formación de las proteínas. Contribuye al crecimiento de las semillas y a la maduración de los fruto. Proporciona vigor evitando que las plantas envejezcan antes.
Magnesio: imprescindible para la fotosíntesis. Interviene en el crecimiento de las plantas a través de la activación hormonal.
Azufre: Es necesario, junto con el fósforo y el nitrógeno, para la formación de las proteínas. Ayuda a la formación de la clorofila y al desarrollo de las vitaminas y enzimas. El azufre contribuye a la formación de las raíces y a la producción de las semillas. Consigue que las plantas sean más resistentes al frío y que puedan crecer con más fuerza.
Hierro: Es fundamental para que se pueda formar la clorofila. El hierro de las plantas procede del suelo y de la aplicación de fertilizantes (sulfato de hierro y quelatos).
Cobre: Es muy importante para el crecimiento vegetal. El cobre activa ciertas enzimas y forma parte del proceso de formación de la clorofila. Ayuda en el metabolismo de las raíces y consigue que las plantas utilicen mejor las proteínas.
Zinc: Participa en la formación de las auxinas, un grupo de hormonas vegetales que controla el crecimiento vegetal. Resulta también esencial en la transformación de los hidratos de carbono.
Cloro: Interviene en el metabolismo de las plantas. El cloro de las plantas procede del suelo.
Manganeso: Interviene en la formación de la clorofila. Participa en el proceso enzimático relacionado con el metabolismo del nitrógeno y en la descomposición de los carbohidratos. El manganeso de las plantas procede del suelo.
Molibdeno: Es necesario para que las leguminosas puedan fijar el nitrógeno atmosférico. El molibdeno procede del suelo.
Boro: Contribuye a la formación de los carbohidratos y resulta esencial para el desarrollo de las semillas y de los frutos.
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